a historia de una pintura es un enigma poliédrico, aunque las más de las veces todas las miradas se ocupan de la misma faceta; y si bien reconozco que hay una cara siempre preeminente junto a otras destacadas no debemos ignorar aquellas ocultas; como en nuestro satélite, hay caras ocultas en una pintura cualquiera, facetas cuidadosamente pulidas cuyo brillo puede deslumbrarnos si nos atrevemos a viajar alrededor de sus meridianos superando los trópicos y los círculos polares. A las pinturas de Annibale Carracci nos acercaremos siempre de diverso modo, como corresponda al estado de ánimo, al tiempo, o al influjo de algún capricho. Ahora, asomados al lago de un lienzo centenario, cuatrocientos años después, casi sintiendo la brisa con toda su deliciosa ternura como en aquel día que dicen de Otoño, les invito a fijarse en las últimas órbitas de un astro de pigmentos desplegados con estudiado descuido. Algunos astros de la pintura han comenzado durante el último siglo, el último de un milenio, un peregrinaje entre glorioso y vencido, de un lado para otro, de ciudad en ciudad, ilustrando eventos diversos, poblando las grandes exposiciones y algunas otras de menor porte. Mi viaje en una peculiar barca, y con la ayuda de unas pocas notas como único empuje o corriente, comenzará en Canada y, continuando por América y Europa, terminará en Madrid, les adelantaré lo que durante ese viaje escuche sugerido por diversos autores. Aventuro que tras el merecido descanso del que disfruta en su museo pronto iniciará un viaje para exhibirse sin recato y desprender todo su caudal de aíre y agua sobre el público. Resulta curioso que durante más de un siglo esta pintura figurase como un Velázquez, al hecho ella fue completamente ajena como lo fueron otras muchas que engordaron estudios como el de Charles B. Curtis en 1883 [Velazquez and Murillo; a descriptive and historical catalogue of the works of Don Diego de Silva Velazquez and Bartolomé Murillo. London 1883], puedo pensar que no resultaría imposible encontrar los argumentos que defendieron tal atribución, pero no vamos ahora a dedicarnos a buscarlos entre los papeles y perder así los breves instantes de la hermosa tarde pintada por Annibale Carracci desde una ribera cerca del lago, esos momentos tan especiales apenas duran un par de horas y es obligado disfrutarlos sin tediosas obligaciones, como ellos lo hacen en su barca, ¿los pueden ver?. Si aún no han abierto los ojos y escuchan el discurrir del aura quizás vuelvan sus pensamientos hacia la villa romana en la que Velázquez pasó algunas tardes. Pero eso fue bastante más tarde. Estamos aún en Bolonia y el impaciente 1590 no ha abierto su calendario; o lo parece, sé que la Ginzburg opina diferente y discurrir por sus razonamientos es una feliz excursión, los influjos que cita, los nombres, las aventuras que menciona y documenta nos raptan, pero aún así nos quedaremos en Bolonia junto a las últimas hojas de 1589 acariciadas por alguna brisa alpina espiando a la gente de la barca.
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Un denso silencio ha envuelto a muchas pinturas, algunas lograron sacudirse de ese anonimato, durmieron en él cien o doscientos años, algunas veces más; no fue hasta 1683 que el famoso concierto campestre del Tiziano aparece nombrado por primera vez, así que de haber desaparecido durante ese período silente de casi dos siglos hoy desconoceríamos tanta sutil y rara belleza sin sentir pena alguna. El no tan famoso paisaje de Annibale Carracci fue adquirido en Italia a finales del siglo de las luces por John Rushout, allí estuvo el Segundo Baron Northwick entre 1793 y 1800. De vuelta a Inglaterra su equipaje contenía una extraordinaria colección de antigüedades y obras de arte, entre ellas un paisaje; las colecciones de John Rushout fueron sorprendentes y, por supuesto, magnificentes, poner orden en ellas no debió de ser nada fácil; en 1855 se publicó un inventario, [A catalogue of the pictures in the galleries of Thirlestane House Cheltenham, the residence of the Right Hon. Lord Northwick], aunque no era la primera vez que las pinturas de Lord Northwick eran descritas, unos años antes y con mayor sustancia apareció un librito lleno de chismes bastante insustanciales sobre esas pinturas, Hours in the Picture Gallery of Thirlestane House, Cheltanham, being a catalogue, with a critical and decriptive notices of some of the principal paintings in Lord Northwick’s Collection; y en 1859 se publicaron varios catálogos con la venta de las colecciones de Lord Northwick tras su muerte, anunciándose en todos ellos la inclusión de los nombres de los compradores y lo que habían pagado, with the purchasers’s names and prices. Allí apareció un Velázquez que conocería diversos destinos durante las siguientes décadas, con el número 412 y por algo más de £6000 un gran paisaje … a gran landscape with a group of figures in a boat. Hasta que tras una venta muy ventajosa entró a formar parte de otra colección fabulosa, la de Samuel H. Kress, fue en 1948. Entonces ya no era un Velázquez pero tampoco había llegado a ser un Annibale Carracci. Era tan sólo un Paesaggio en apuros en Nueva York.
Tras unos primeros cuidados indispensables para ocultar ciertas cicatrices entró en el catálogo de su nuevo dueño, fue entonces cuando Suida relaciona a la feliz pintura con Annibale Carracci, para atreverse a hacerlo le bastó mirarla; ningún documento del siglo XVII la menciona, no existe un simple documento que establezca relación alguna entre el paisaje y el maestro boloñés, fue Suida quien la incluyó como cosa del joven Carracci, [Paintings and Sculptures from the Kress Collection, Washington 1951]. Nadie levantó la más mínima queja, hasta hoy nadie lo ha discutido. En 1952 en Montreal con el halagador título de Seis siglos de paisaje [Six centuries of landscape] la pintura recién llegada a la National Gallery de Washington inició su moderna vida como uno de aquellos paisajes maravillosos que Annibale Carracci ejecutara antes de trasladarse a Roma. Volveremos sobre ellos y sobre aquellos años olvidados que sin embargo fueron tan agradables. Quedan bastantes dibujos y unas pocas pinturas, entre ellas ésta. Pasó casi desapercibida nuestra pintura, entonces estaba aún adornada con viejas costras y descuidados cuidados, oscurecida, más barnizada que pintada; de todos modos su llegada a la exposición de Montreal fue tan precipitada que no tuvo tiempo de ser incluida en el catálogo, no fue retratada en tan lamentable estado. Los Carracci aún eran un nombre difuso con regular reputación, en muchas casas decentes no les franqueaban la puerta. Sobre la paternidad del lienzo continuaba un silencio absoluto tras el bautismo de Suida; durante los primeros veinte años fue el silencio, nadie se hizo eco de la atribución, hasta que en 1971 Donald Posner introdujo el paisaje en su revolucionario estudio [Annibale Carracci, a study in the reform of italian painting around 1590 -2 vols.-, London 1971], Posner presentó en sociedad aquella extraña criatura que pretendía ser una de las pinturas realizadas por el héroe de Malvasia, y lo hizo diseñando un traje hermoso con evocaciones del Veronese y reflejos de las fiebres venezianeggiantes del joven pintor. El paisaje había triunfado. Las mareas siguen su curso y el fango del estuario se cubrió con abundante agua, la corriente volvía en favor de los Carracci, su nombre volvía a resplandecer, y tras muchos años recatadamente silente la pintura recobró todo su valor; era hora de volver a casa. Cuatro siglos habían pasado desde que el paisaje fuese pintado en Bolonia, un 10 de Septiembre de 1986 abría en la Pinacoteca nazionale di Bologna las puertas a una Era, la de Correggio y los Carracci [The Age of Correggio and the Carracci]; un suntuoso catálogo de casi seiscientas páginas, un viaje por la pinacoteca boloñesa, el Metropolitan, y Washington son los recuerdos del momento. La pintura había vuelto a todo su pasado esplendor, recobrada plenamente su luz y su sereno colorido, también había visto la fama de su autor regresar al lugar preeminente que por méritos le correspondía. Entonces fue cuando muchos nos acostumbramos a su manera suelta y resuelta, tal y como hubiese resaltado Vincenzo Giustiniani. Fue en 1986.
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Poco tiempo después volvía a protagonizar un notabilísimo evento; esta vez en compañía de placeres irresistibles, Places of delight, una traducción de lo que Lomazzo dijo, es decir escribió, en su tratado de 1584, Places of delight, the pastoral landscape, a lo que se añadió un perfume cautivador … the legacy of Venice; aquella exposición en Washington en 1988 y 1989 fue una tentación deliciosa que alegró la vista a muchos pecadores; sí, todas las tentaciones imaginables en aquella ciudad pecaminosa que fue Venecia aparecen en el hermoso y evocador catálogo, es imposible resistir a su lascivia cromática y mucho más no sucumbir a los extraordinarios comentarios de Robert Cafritz y David Rosand; todo el legado de Venecia se encuentra condensado en las páginas memorables de este catálogo cuya portada es un Concierto campestre -el famoso concierto del Tiziano- que una vez pasamos nos descubre el desconcertante paisaje de Annibale Carracci que nos ocupa, pues el lienzo tenía ya fama universal y simbolizaba las esencias de una estética sublime, Venecia y sus luochi dilettevoli -places of delight- revisitados por Annibale Carracci para recrear y reformar una idea, y si los trazos de los diseñadores venecianos constituyeron el análogo gráfico de las pinceladas exuberantes de la pintura veneciana de comienzos del siglo XVI, la transparencia y libertad de ejecución del paisaje de Annibale, 1589, traslada a la pintura la claridad y la fluidez que caracterizan sus dibujos paisajísticos. Traviesa pintura la nuestra que en 1992 no quiso perderse la feria de las vanidades del socialismo español, como quiera que unos Juegos Olímpicos no son el mejor lugar para un paseo en barca decidió encaminarse hacia Sevilla y sus fastos, El Paisaje Mediterráneo lo llamaron. Y mientras tanto se preparaba en Roma un suceso fuera de lo común, una exposición dedicada al Seicento, a lo bello, y a Bellori, disculpen tanta redundancia, L’idea del bello, viaggio per Roma nel Seicento con Giovan Pietro Bellori, fue en el 2000, somos algunos los que aún permanecemos pasmados desde entonces, los dos volúmenes publicados para poner en contexto la exhibición son insustituibles para comprender aquella época. De Roma regresó a Washington, a muchos nos hubiera gustado que hubiese pernoctado en Londres aquel 2001 en el que el Genio de Roma se mostró en Piccadilly con tanta elocuencia en la Royal Academy of Arts, no fue posible, pero el catálogo [The Genius of Rome, 1592-1623] no quiso aparecer sin mencionarla, e incluso una ilustración suya se coló en una de las magníficas contribuciones dedicadas dentro de él al paisajismo. En 2006 el paesaggio volvió a Bolonia, esta vez para honrar no a una Era, ni tan siquiera a los Carracci, era ya hora de que Annibale Carracci tuviera su propio lugar, y así fue; una interesante exhibición realizada en el Museo civico archeologico de Bolonia contó con la transparente y deliciosa atmósfera del capricho lacustre [Annibale Carracci], el catálogo inolvidable presentó muchas aportaciones y entre ellas yo recuerdo con plácida claridad aquellas que mencionaban a una Latona, en un estanque por supuesto, y a una loba y unos muchachos abandonados junto a un río, con sus aguas, sus troncos, y otras muchas cosas pintadas por Carracci. Sin embargo, la curiosa celebración de 2009 no pudo contar con la presencia de los personajes de la barca; en 2009 Bolonia quiso celebrar los cuatrocientos años de la muerte de Annibale Carraci, murió un 15 de Julio de 1609 sin haber cumplido cincuenta años, de nuevo una muestra fue ofrecida, esta vez en casa de los Fava, y se presentó en sociedad a dos nuevas pinturas del maestro, una enteramente desconocida y otra dada por perdida desde que desapareció en Parma, la primera es otro paesaggio [Un nuovo ‘paesaggio col ritorno dalla fuga in Egipto’ del giovane Annibale Carracci, Prospettiva 126-127 April/July 2007 pp 149-151], con una luz completamente diferente e igualmente dominado por las vistas y la atmósfera; ambos paisajes hubiesen pasado un buen rato juntos, y nosotros con ellos, [Daniele Benati. 1609-2009 Annibale Carracci, due opere per un centenario. Ferrara 2009]. Como quiera que el paisaje y sus estudios se han puesto de moda no fue posible que se evitase reunir una buena cuenta de paisajes para divagar, tarde o temprano tenía que suceder; El Prado y el Grand Palais en París protagonizaron una retrospectiva muy interesante, Nature et Idéal, Le paysage à Rome, 1600-1650, o en español … Roma, naturaleza e ideal, paisajes 1600-1650, allí acudió con puntualidad nuestra pintura, era la primera de todas, supongo que por motivos cronológicos, o quizás quisieron convertirla en prólogo, fue la última vez que viajó, se despidió de Madrid una noche de Septiembre de 2011 camino del Otoño por el que siguen navegando los invitados de nuestra barca, dispuestos a pasar una y otra vez tras ese tronco que el pintor dispuso frente a nosotros tan convenientemente. Como les dije, ahora descansa en la medida en que en su cuarto de Washington se puede descansar, allí levantan la persiana por la mañana y gente de toda condición intenta buscar algo detrás de las pinceladas, algunas tardes ha visto llorar a algún adolescente. Estoy seguro de que su agencia de viajes tiene ya reservados los billetes para el próximo viaje. Hoy en día es indispensable promocionarse, y hasta un paisaje de Annibale Carracci debe atender a su público. Pero lo más inmediato es conseguir un buen marco, el que usa ahora no está a la altura de un paesaggio de buena familia, de la de los Carracci de Bolonia.